Impacto

domingo, 16 de febrero de 2014

Bautizo submarino y vuelta a casa

Mientras leas estas lineas, ya estaremos de camino. No sabemos si has seguido en mayor o menor medida lo que hemos ido haciendo este mes por Tailandia o si te lo has pasado bien, mal, te ha resultado útil o lo has considerado una pérdida de tiempo. Nosotros, evidentemente, hemos disfrutado viviéndolo y contándolo, aunque no os negaré que ponerse a descargar, editar y colocar las fotos, además de escribir los textos, es un currazo enorme. Pero bueno, no me pondré melodramático, que todavía queda alguna entrada por explicar como esta. ¿Os apetece sumergiros a 10 metros por ‘Japanese Garden’? Coged aire…

Los dos últimos días en Koh Tao han sido la mejor, o una de las mejores, formas de acabar nuestra aventura. De ponerle un punto y a parte, claro. El jueves madrugamos y fuimos a un pecio artificial que había delante de la playa del hotel, a unos tres metros de profundidad, donde descansa un barco que participó en la Segunda Guerra Mundial y que hundieron apropósito hace unos 40 años.

Su acceso es muy fácil aunque afortunadamente la mayoría de los turistas a las 9, andan durmiendo la resaca por lo que tuvimos el lugar para nosotros. Imagino que lo hundieron sin nada dentro, por lo que solamente queda el casco. Como podéis ver, da para hacer unas buenas fotos.

Luego, fuimos a una escuela española de submarinismo que se llama ‘Pura Vida’. Allí hicimos un bautizo más otra inmersión por 2.800 bats cada uno (unos 60 euros). El viaje consistió en coger el barco, donde nos dieron algunas lecciones básicas, y luego una primera inmersión de 50 minutos. Clara no lo había hecho nunca y mis otros cuatro bautizos no fueron nada bien por culpa de la oreja porque nadie me explicó como compensar bien.

Esta vez fue de lujo. Comenzamos con unos ejercicios básicos para familiarizarnos con el material a dos metros de profundidad y luego dimos un primer paseo en el que llegamos hasta los seis metros. Los corales eran preciosos y estaba todo lleno de vida, con peces de esos que solamente ves en acuarios y un banco de barracudas, de más de 30 ejemplares, que nos envolvía.

Cuando regresamos a bordo, comentamos la excursión. Nuestro grupo éramos cuatro, todos españoles, además del monitor, que se llamaba Joan. Concidimos con una pareja, Miguel y Sandra creo recordar, muy majos, y que tampoco lo habían probado nunca.

Por la tarde hicimos la segunda inmersión, con más tiempo para pasear y sin hacer ejercicios. Bajamos hasta los diez metros y seguimos viendo muchos peces, además de un pez globo, de esos que se hinchan. El monitor nos explicó que aunque parezca graciosa la idea de encabronarlo para que se hinche, solamente se inflan dos o tres veces en su vida porque les produce mucho estrés y pueden morir por el esfuerzo. La verdad es que debajo del agua todo el mundo es muy respetuoso.

Regresamos sobre las 18, después de unas cinco horas de actividad, muy contentos con la experiencia y con el sabor agridulce de que si tuviéramos más tiempo nos sacaríamos algún curso, como el Open Water, que lo puedes aprobar en cuatro días intensivos y por unos 9000 bats (unos 220 euros).

El resto de la tarde lo dedicamos a la piscina, disfrutar de dos granizados de sandía (deliciosos), cenar y empezar con el equipaje. El día fue tan duro que a las 21 horas ya nos dormíamos…

Y hoy hemos emprendido el camino de vuelta. Nos ha tocado madrugar de nuevo para preparar el equipaje, hemos desayunado, y hemos ido al muelle. Para ir cogimos el primer barco que nos vendieron (PRIMOS) y para volver nos recomendaron un catamarán tipo Don Juan que va más rápido… Siempre que el mar lo permita. Pues nada, el mar no lo permite hasta el domingo. Está bastante picado por lo que no puede ir lo rápido que debería.

En el muelle hemos tenido que hacer cola durante una hora y media de tanta gente que había. Ha sido una pasada porque tranquilamente había más de 700 personas en el muelle esperando. Ha influido que hoy o mañana es la famosa fiesta ‘Full Moon Party’ que se celebra justo en la isla que tenemos al lado, Koh Pang’nan. A pesar de que las hormonas y las feromonas andan revueltas, todo el mundo ha sido bastante respetuoso, aunque el barco, que tenía que salir a las 9.30, no lo ha hecho hasta las 11.

Dentro de la estancia, el panorama ha sido desolador. Ha habido muchas olas durante el trayecto y, como si de un virus zombie se tratara, en el momento que la japonesa de mi lado ha empezado a vomitar, un montón de gente ha empezado a pedir bolsas y a soltar la papilla. De hecho, mientras escribo esto ahora mismo, la compañera de al lado ha vuelto a vomitar y Clara ha tenido que salir a que le diera el aire porque también se ha mareado. Y solo vamos por la mitad del trayecto…

Bueno, reemprendo la ¿última? Entrada del blog ya desde Menorca porque el viaje de regreso ha sido largo, duro y solamente pensábamos en llegar a casa. Disculpad si hemos tardado.

La travesía en barco acabó con final feliz, sin que ninguno de los dos vomitara, mientras los demás iban cayendo. Al llegar, un bus nos esperaba para trasladarnos al aeropuerto de Koh Samui hasta Bangkok, donde pasamos las últimas siete horas de compras y limando el noble arte del regateo. Mientras nos seguían timando, claro.

La ruta por las islas nos oxidó bastante la capacidad de negociar ya que no fuimos capaz de cerrar a nuestro favor ningún trato. De hecho, los vendedores de Bangkok se mostraban más inflexibles que nunca. Puede que el hecho de ir por la tarde, a primera hora, también influyera porque pasan miles de personas al día por lo que es a última hora cuando suele ser más factible regatear unos baths.

Salir perdiendo nos fue quemando lentamente y lo único que conseguimos fue mosquearnos y querernos marchar antes, aunque los últimos pad thai hicieron más llevadera la decepción. Aunque parezca mentira, los tallarines que se cocinan en las paraditas de la calle son los más buenos, y los más baratos.

Y bueno, de lo demás, seis horas de avión desde Bangkok a Dubai, tres horas de escala, y otras siete horas y media en el de Dubai a Barcelona. Las pastillitas mágicas –y medicadas, claro- y las películas que te puedes poner en la pantalla personal que tiene cada asiento lo hicieron más llevadero.

Que Menorca sea tercer mundista en lo de las conexiones aéreas me vino perfecto para poner el que personalmente fue un broche ideal para el viaje. Llegamos el sábado a las 12 a Barcelona y, aunque parezca mentira, no había vuelos hacia la Isla hasta el día siguiente.

Lo aprovechamos para pegarnos un festival culinario con unos calçots, croquetas de calçots y un buen steak tartar, además de unas compras. Por la noche quedé con algunos de mis amigos de la universidad para cenar y tomar una copa pero tenía tanto sueño que no aguanté demasiado, aunque me lo pasé en grande. La verdad es que es como una familia para mi y un poco de ‘risoterapia’, ‘tapeoterapia’ y ‘birroterapia’ vino de coña para cerrar el viaje.

Aunque bueno, puede que el viaje no haya terminado para Clara ya que en el hotel le entraron nauseas y retortijones que nos complicaron, especialmente a ella, el poder dormir un rato antes de poder volver a Menorca. De momento no se encuentra demasiado bien por lo que ahora veremos qué le pasa. En la zona de la frontera entre Camboya y Tailandia el riesgo de contraer Malaria es bastante alto pero bueno, tampoco hay que ser alarmista.

Y bueno, llegados a este punto, he decidido que habrá otra entrada, una tipo resumen ideal para aquellos que les haya entrado el gusanillo de viajar a Tailandia, aunque la haré en los próximos días cuando me haya asentado y recolocado las ideas. Ahora mismo me cuesta un montón seguir escribiendo porque el sueño me consume. Sin más, y con un penúltimo ‘Hasta luego’…


Besetes! J




 

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