Impacto

jueves, 30 de enero de 2014

Una encantadora noche perdidos por la montaña

(Disculpad pero hoy internet me va muy mal, estamos en Camboya, y no puedo editar la entrada así que todas las fotos están después del texto, abajo)

Si puedes juntar en un mismo día hacer trekking, comer comida thai, nadar en una piscina con agua de río llena de peces, pasear en elefante y luego bañarlo, cenar compartiendo mesa con un grupo de desconocidos mientras los vas conociendo practicando el inglés y al acabar sentarte en mitad del campo alrededor de una hoguera mientras chaporrea una guitarra, donde no hay más ruido que el que tú haces y el de los animales comunicándose a pocos metros de ti, en la jungla, y ves caer alguna estrella fugaz, puede que en el momento de acostarte, en una cabaña sin pared y en una colina que da a unas vistas maravillosas de un valle, pienses que si este no ha sido un día perfecto, se le parece mucho.

¿Qué os voy a decir? El primer día de aventura de los dos que contratamos fue sensacional. Con todas las letras. Formamos un grupo de 13 personas, más el guía, para disfrutar de la actividad. Dos ingleses, tres fraceses, tres polacos, un suizo, dos canadienses y nosotros compartimos algo más de 24 horas fantásticas.

Empezamos comiendo una ración de Pad Thai (fideos con huevo, tofu, pollo y algunas verduras, además de cacahuete machacado) antes de dar un paseo que primero fue por el campo –el paisaje no tiene nada que envidiar al Camí de Cavalls- y poco a poco nos fuimos introduciendo en jungla hasta el punto de que las plantas eran más altas que nosotros. No nos abrimos paso a machetazos porque no era maleza densa ni tampoco se prolongó en exceso. En una de las paradas, el guía, que se llamaba Chian, nos enseñó a hacer una hoguera con palos de bambú. Os lo creáis o no, ya somos capaces de hacer fuego de la nada.

Tras el paseo llegamos a un complejo que a primera vista parecía inacabado, pero en realidad tampoco parecía que hubiera mucho interés en concluir nada. El lugar tenía una terraza cubierta con unas tumbonas de bambú además de una piscina por donde pasaba el agua del río pero esta vez no era de color marrón ni olía mal. Eso si, estaba llena de peces y de cangrejos.

El sol nos acompañó todo el día –ahora que caigo, lo ha hecho todos los días desde que llegamos- así que no os podéis ni imaginar lo bien que sentó una cerveza fría en esa terraza. El lugar estaba rodeado por una plantación de tabaco con hojas muy verdes aunque apenas olían, y durante el trekking también pasamos por una plantación de bananos y abundantes papayos (o como se diga el árbol que da la papaya).

Por la tarde, llegó el tiempo de los elefantes. Me he enamorado de estos animales. A pesar de ser enormes, me parecieron increíblemente frágiles, con un caminar lento, torpe, pero que deslumbraba. Dimos una vuelta de unos 40 minutos por una parte frondosa del bosque, incluso los conducimos un rato. Luego, los guías pidieron algún voluntario y yo me ofrecí sin saber para qué era…

Resulta que nos bañamos juntos. El guía me hizo sentarme en la cabeza del paquidermo que se fue solo hacia el río. Allí me dieron un cubo y un cepillo y mientras se tumbaba lo fui lavando. Creo que por mucho que lo intentara, jamás llegaría a ser capaz de explicaros lo genial que fue. Clara dice que sonreía ilusionado como un niño pequeño.

Luego nos tocó a nosotros ducharnos, en unas duchas sencillas pero por donde el agua caía por un tubo de bambú. Realmente auténtico. A parte de la terraza, el lugar tenía forma cuadrada, como la explanada de Es Castell, pero más pequeño, y estaba a los piés de la montaña. Como podéis ver en las fotos, la habitación estaba en la ladera de la montaña y era de madera. Había dos pisos, curiosamente en el de abajo la vista era mejor. Las camas eran colchones en el suelo con mantas y con mosquiteras.

Antes de ir a dormir, el guía nos preparó la cena, arroz con pollo y algún tipo de verdura similar al calabacín y con una salsa grisácea. No estaba mal pero el toque de chili casero le dio un sabor todavía mejor. La cena, como os he comentado, sirvió para que todos nos conociéramos, dijéramos de dónde veníamos, explicáramos nuestras aventuras hasta ese momento así como recomendaciones para seguir nuestro viaje por Tailandia. La sobremesa fue realmente agradable y continuó sentados en mitad de la explanada, alrededor de una hoguera que no solo daba calor sino que ahuyentaba los mosquitos. La escena ya se tornó surrealista del todo cuando vimos caer una estrella fugaz. Le pregunté al guía si incluso eso estaba preparado y se partió de risa.

Para ir a la habitación –no sé exactamente cómo llamar el sitio dónde dormíamos porque sólo tenía tres paredes-, teníamos que subir por unas escaleras pero al mirar al cielo y ver un número incontable de estrellas, nos quedamos atontados. Tantos días en la ciudad nos había echo olvidar que para disfrutar basta con levantar la cabeza. Me encantaría que lo vierais con vuestros ojos porque a veces las palabras no alcanzan, por más que lo intentes.

Cuando el cuerpo nos pedía dormir, ya con noche totalmente ocura, al mirar el reloj nos dimos cuenta de que solamente eran las 18 horas… La charla se prolongó durante un buen rato, antes de caer rendidos en la tienda.

La noche, no os lo negaré, fue fría. La humedad no es tan brutal como en Menorca pero se nota de forma clara y, por consiguiente, hace un frío difícil de soportar y que lo empapa todo.

Ojalá las fotografías reflejaran la belleza de las vistas que teníamos al despertar. Parecía como si hubiéramos dormido colgados en la montaña y el mundo, literalmente, estuviera a nuestros piés. La altura sobrepasaba el centenar de metros y apetecía mirar y no decir ni mú.

Evidentemente hay algo que no puede ir bien. Desayunamos a las 9 y estuvimos esperando a la furgoneta que nos tenía que trasladar hasta las 12. Fue una putada porque habíamos pactado con los guías que a las 4.30 Clara y yo teníamos que estar en la estación de trenes para cambiar los billetes e intentar conseguir una cama en el tren. Habíamos perdido muchas horas y todavía, en teoría, nos quedaba por hacer otra ruta andando, visitar una cascada, hacer rafting, descenso en balsa de bambú e ir a visitar una tribu local.

Evidentemente todo se tuvo que acortar. La visita a la cascada fue tremendamente guay. Aunque no era muy grande –en teoría teníamos que ir a otra mucho mayor y para la que teníamos que caminar como tres horas-, tenía un tobogán natural por el que te podías tirar y no dolía nada. Cuatro, cinco o quizás seis veces. No sé cuantas veces lo hice.

Luego fuimos al río, a los rápidos, por donde hicimos rafting, rodeados de naturaleza y con un paisaje de película. Cruzábamos el río en mitad de las montañas e incluso nos encontramos un elefante suelto por ahí, pastando tranquilamente. Tras una hora, nos pasamos a la balsa de bambú que no tuvo demasiada historia.

Como nos quedamos sin tiempo, no pudimos ir a visitar a la tribu y fue una lástima porque habíamos comprado varios packs de rotuladores y libretas para regalarles a los más pequeños. Seguro que encontraremos a otros niños a los que también les hará tanta o más ilusión.

Y bueno, tras una hora y media en furgoneta de vuelta a Chang Mai, nos dejaron en la estación de tren, donde llegamos diez minutos antes de que cerraran el tren y pudimos comprar otros billetes con cama. Es genial porque ahora mismo os estoy escribiendo desde una de las cabinas en las que apenas quepo, como podéis ver en la foto. Todo el mundo duerme a excepción de un grupo de rusos mamados hasta las cejas que no hacen más que gritar mientras cruzan desde el vagón restaurante hacia el suyo que, imaginamos, está en primera clase.

Está genial teniendo en cuenta que vamos a pasarnos aquí las próximas 14 horas (Hemos salido a las 17 y tenemos previsto llegar sobre las 9. Nos ha costado cada billete unos 800 bath (unos 20 euros) y lo bueno es que ganamos un día ya que al viajar de noche, nos despertaremos en Bangkok para coger un avión rumbo a Camboya.

Sin duda ha sido otra de esas experiencias inolvidables. Como todo el viaje en general y que recomiendo a aquel que pueda. No sé si al acabar seré mejor persona o me habré encontrado a mí mismo espiritualmente o espirituosamente pero tengo claro que seré mucho más feliz y que me conformaré con mucho menos. Y eso es lo importante.

Besetes.



















6 comentarios:

  1. ¡Vaya experiencia! apetece un monton estar ahí. Dino, la descripción que haces de ese día es fabulosa y logras transmitir en gran parte las emociones que sentisteis. Así, nos haces participar un poco de vuestro viaje.
    Besos a los dos.

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  2. Que envidia dais!!!!!!! Ojala que un día pueda usar vuestro blog como guía para un viaje a Tailandia!!! Dejáis con ganas de ver y saber más!!

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  3. Entre el texto y las fotos uno se hace bastante a la idea de la experiencia que estais viviendo.
    Disfrutad sobre todo la sensación de libertad que produce el cambiar tan rápido de escenario, sin dejar de sorprenderse continuamente por las vivencias que un viaje así pueda regalar a cada momento y esforzándose en tomar consciencia de las emociones que espontaneamente vayan aflorando, sin dejar que pasen desapercibidas ni por un instante.

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  4. No encapricharse demasiado de ningún elefante, que con el perro ya vais más que sobrados...

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  5. Intentamos aprovechar al maximo todos los dias y todos los momentos. Pero creo que seremos conscientes de toda la experiencia cuando volvamos. No te gustaria un maligno-elefante en casa??

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  6. Que bonita la experiencia! Estoy encantada poder es compartirla con vosotros! Por fin encontre mis apuntes del viaje y vuestro blog :) Ya voy a leerlo! Un beso enorme chicos! Estoy segura que os gusto mucho el siguiente paso por Asia! Aneta Kulig

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