Como os decía, el vuelo ha sido una joya gracias al cansancio acumulado y a las ayuditas médicas que van de lujo. La gente en Bangkok, o esa es al menos mi primera impresión, es mucho más accesible que en Dubai y por ello más atenta. Todos, menos los taxitas que cuando no te entienden, no te quieren entender.
Al ser la 1.30 de la noche no hemos querido buscar alternativas más económicas que incluyeran jugarnos la piel y hemos tirado por lo fácil. El conductor que nos ha atendido nos decía que el hotel estaba a más de 60 kilómetros del aeropuerto y que por ello nos cobraría 700 Bats (aproximadamente un euro son 44 bats). Como había hecho los deberes, ya sabía que el hotel estaba a 32 kilómetros se pusiera como se pusiera el tráfico y así se lo he comentado. Total que al montarnos, Clara le ha pedido que encendiera el taxímetro (Nota mental, muy importante saber esta palabra en cuantos más idiomas mejor porque se ve que la facilidad con la que te intentan estafar los taxistas tiene menos fronteras que el mundo de yupi. Nada, que al llegar el cacharro marcaba 536 y no 700. Nos ha sonreído, ha hecho un tímido gesto como encogiendo la cabeza y el cuello que me lo he tomado como un "lo tenía que intentar".
Es importante destacar que la mayoría de gente que me he encontrado que hace esto no lo hace por lucrarse -que también- sino porque el engaño o la pillería ya forma parte de su forma de ser. No hay que tenérselo demasiado en cuenta a no ser que te estén tomando el pelo soberanamente.
El hotel que tenemos, no está mal. Como si estuvieramos en Benidorm en los años 60 lo que en lugar de salir bellezas suecas que revolotean al personal, las protagonistas son muchachas que alguna vez no hace tanto fueron muchachos y que se ganan la vida carnalmente. Y no porque sean carniceras. Bangkok=vicio, y punto.
Besetes!
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