Impacto

viernes, 24 de enero de 2014

Chinos, piedras, siestas y cinco horas al sol


Los chinos me caen hoy un poco peor que ayer y, sin duda, menos peor que mañana. Menuda nochecita nos dieron hasta que se les acabaron las pilas. El chino no conversa educadamente, chilla y gesticula como si de un momento a otro se fuera a inmolar. O al menos eso es lo que nos pasó la noche anterior con los vecinos del hotel. Qué manera de gritar… No sabemos si se decían “buenas noches” y rezaban el Padre Nuestro o se estaban repartiendo hostias como panes en una especie de pelea de almohadas en la que las navajas estaban permitidas.

Pero tranquilos, que nos vengamos a nuestra manera. Una ventana a unos tres metros separaba nuestras habitaciones y hemos dejado una luz encendida toda la noche. No con mala intención, o al menos no únicamente, sino porque en realidad no fui capaz de descubrir cómo se apagaba. Tampoco me supo mal.

El día ha sido agotador. Tras hacer el ‘check out’ del hotel, donde nos han guardado las maletas y nos han dejado usar la piscina y una ducha a la vuelta, hemos decidido hacer la ruta de los monumentos de la zona interior de Ayuttaya andando. Han sido muchos kilómetros, como si fuera un entreno de trail en el Camí de Cavalls, lo que en lugar de caminar al lado del mar precioso, lo hemos hecho sobre un río sucio cuya tonalidad se disputa entre el marrón y el verde. Ya me entendéis, ¿no?

La ruta ha sido fantástica. Hemos visto siete monumentos. El Wat Phra Ram, el Wat Maha That, el Waeat Ratchaburana, el Wihan Phra Mongkhon, el Wat Phra Mongkhon Bophit, el Ancient Palace y el Wat Lokayasutharam (conocido también como el buda tumbado). Como nos va la marcha, no solo hemos caminado un copón (unas cinco horas) sino que lo hemos hecho bajo el sol más brillante de los que ha lucido desde que estamos por Tailandia.


Bueno, explicaros algo de cada 
monumento sería estresante primero porque ni incluyendo chistes de Chiquito de la Calzada lograría que os resultase interesante porque es espectacular verlo en vivo y segundo porque hemos visto tantos que ya no sé cuál era uno y cual era otro. Y no os pongáis farrucos que es como si yo ahora os pidiera que me explicarais qué diferencia hay entre la Taula de Torralba y la Taula de la Torre d’en Gaumés, por decir algo.

Sí que os recomendaré encarecidamente la visita a esta ciudad. Primero por sus reliquias que de verdad son preciosas y su paisaje, como ya comenté, hace que tengas la sensación de que estás en mitad de una película y segundo por su gente. Porque aquí la gente es mucho más amable que en Bangkok. Aquí al menos cuando te estafan no te ponen mala cara sino que sonríen. “Si, sabes que te la estoy metiendo doblada y hasta el fondo pero deseo de corazón que pases un feliz día”, puedes leer en sus sonrisas tras cerrar cualquier negociación. Hay que regatear hasta por una Fanta de Naranja.

Bueno, no hay mucho más que contar por hoy, salvo que nos largamos a Chang Mai, muy pero que muy al norte de Tailandia con la intención de perdernos algunos días por la jungla y hacer cosas chachipirulis que ya iréis leyendo, si no os cansáis de pasar por aquí.

Por cierto, hay que ver cómo son estos tailandeses. Son capaces de dormirse en cualquier lugar y a cualquier hora. No es extraño que acudas a una parada y te los encuentres echando una cabezadita, o tumbados en la parte trasera del 'tuk-tuk'. Parece como si se pasaran toda la noche disfrazados de superhéroes salvando el planeta o algo así porque sino no se entiende. Mi teoría es que son tan pequeñitos que la duración de su batería es proporcionalmente reducida y los pobres no aguantan hasta la noche. Otra opción es que son tan felices que les da igual si su negocio es rentable o no, que lo importante es hacer lo que te viene en gana y cuando el cuerpo te lo pide. Pero ¡al loro! Se echan la siesta pero con el paso de los años y de las generaciones han desarrollado una técnica infalible. Duermen con un ojo abierto, literalmente, atentos por si algún chorizo le mangonosea la mercancía. Que casi son chinos, pero no son tontos. Jejeje

Bueno, como alguno se habrá quedado con ganas de sonreír, os explicaré la historia de Clara y su reloj al que “se le está fundiendo la pantalla”. En otra entrada os conté que nos habíamos comprado dos relojes Casio de toda la vida pero en su versión pirata y low cost. Los dos nos costaron 5 euros cada uno, para que os hagáis una idea. Bien, el mío ayer murió ahogado en la piscina del hotel. Se ve que lo de ‘water resist’ es de adorno porque en un momento empezó a pitar, se le llenó la pantalla de agua y lleva desde entonces con la luz encendida. Esta tarde Clara me dice: “Creo que mi reloj se va a morir también pronto… Se le está derritiendo la pantalla”. Me miro el reloj. Me miro a Clara. “A estas alturas creo que ya puedes quitar el plástico protector de la pantalla”, le he dicho, mientras comprobaba aliviada que su reloj no “se está muriendo”, sino que solo tenía un plástico de más. Jejeje


Besetes!

4 comentarios:

  1. Me asombra más que un casio de 5€ llevara plastiquito, que no que Clara pensara que su reloj se fundia!!!! Jiji

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  2. Espero que lo de perderse por la jungla sea solo una expresión. Me preocuparía teneros que buscar en un sitio sin números en las calles ni guardias a quien preguntar. Por no hablar de los bichos que pueda haber ahí. ¿Que pasa,que se han acabado los monumentos?

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  3. Enhorabuena por el artículo. El de hoy ha sido especialmente ameno.

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  4. Sigue escribiendo, hijo, disfruto del viaje como sí os estuviera viendo. Un beso para los dos, y no seáis muy locatis, teníu seny, que ya sabes que "de Cervell en venen....."

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