Mientras leas estas lineas, ya estaremos de camino. No
sabemos si has seguido en mayor o menor medida lo que hemos ido haciendo este
mes por Tailandia o si te lo has pasado bien, mal, te ha resultado útil o lo
has considerado una pérdida de tiempo. Nosotros, evidentemente, hemos
disfrutado viviéndolo y contándolo, aunque no os negaré que ponerse a
descargar, editar y colocar las fotos, además de escribir los textos, es un
currazo enorme. Pero bueno, no me pondré melodramático, que todavía queda
alguna entrada por explicar como esta. ¿Os apetece sumergiros a 10 metros por ‘Japanese
Garden’? Coged aire…
Los dos últimos días en Koh Tao han sido la mejor, o una de
las mejores, formas de acabar nuestra aventura. De ponerle un punto y a parte,
claro. El jueves madrugamos y fuimos a un pecio artificial que había delante de
la playa del hotel, a unos tres metros de profundidad, donde descansa un barco
que participó en la Segunda Guerra
Mundial y que hundieron apropósito hace unos 40 años.
Su acceso es muy fácil aunque afortunadamente la mayoría de
los turistas a las 9, andan durmiendo la resaca por lo que tuvimos el lugar
para nosotros. Imagino que lo hundieron sin nada dentro, por lo que solamente
queda el casco. Como podéis ver, da para hacer unas buenas fotos.
Luego, fuimos a una escuela española de submarinismo que se
llama ‘Pura Vida’. Allí hicimos un bautizo más otra inmersión por 2.800 bats
cada uno (unos 60 euros). El viaje consistió en coger el barco, donde nos
dieron algunas lecciones básicas, y luego una primera inmersión de 50 minutos.
Clara no lo había hecho nunca y mis otros cuatro bautizos no fueron nada bien
por culpa de la oreja porque nadie me explicó como compensar bien.
Esta vez fue de lujo. Comenzamos con unos ejercicios básicos
para familiarizarnos con el material a dos metros de profundidad y luego dimos
un primer paseo en el que llegamos hasta los seis metros. Los corales eran
preciosos y estaba todo lleno de vida, con peces de esos que solamente ves en
acuarios y un banco de barracudas, de más de 30 ejemplares, que nos envolvía.
Cuando regresamos a bordo, comentamos la excursión. Nuestro
grupo éramos cuatro, todos españoles, además del monitor, que se llamaba Joan.
Concidimos con una pareja, Miguel y Sandra creo recordar, muy majos, y que tampoco
lo habían probado nunca.
Por la tarde hicimos la segunda inmersión, con más tiempo
para pasear y sin hacer ejercicios. Bajamos hasta los diez metros y seguimos
viendo muchos peces, además de un pez globo, de esos que se hinchan. El monitor
nos explicó que aunque parezca graciosa la idea de encabronarlo para que se
hinche, solamente se inflan dos o tres veces en su vida porque les produce
mucho estrés y pueden morir por el esfuerzo. La verdad es que debajo del agua
todo el mundo es muy respetuoso.
Regresamos sobre las 18, después de unas cinco horas de
actividad, muy contentos con la experiencia y con el sabor agridulce de que si
tuviéramos más tiempo nos sacaríamos algún curso, como el Open Water, que lo
puedes aprobar en cuatro días intensivos y por unos 9000 bats (unos 220 euros).
El resto de la tarde lo dedicamos a la piscina, disfrutar de
dos granizados de sandía (deliciosos), cenar y empezar con el equipaje. El día
fue tan duro que a las 21 horas ya nos dormíamos…
Y hoy hemos emprendido el camino de vuelta. Nos ha tocado
madrugar de nuevo para preparar el equipaje, hemos desayunado, y hemos ido al
muelle. Para ir cogimos el primer barco que nos vendieron (PRIMOS) y para
volver nos recomendaron un catamarán tipo Don Juan que va más rápido… Siempre
que el mar lo permita. Pues nada, el mar no lo permite hasta el domingo. Está
bastante picado por lo que no puede ir lo rápido que debería.
En el muelle hemos tenido que hacer cola durante una hora y
media de tanta gente que había. Ha sido una pasada porque tranquilamente había
más de 700 personas en el muelle esperando. Ha influido que hoy o mañana es la
famosa fiesta ‘Full Moon Party’ que se celebra justo en la isla que tenemos al
lado, Koh Pang’nan. A pesar de que las hormonas y las feromonas andan
revueltas, todo el mundo ha sido bastante respetuoso, aunque el barco, que
tenía que salir a las 9.30, no lo ha hecho hasta las 11.
Dentro de la estancia, el panorama ha sido desolador. Ha
habido muchas olas durante el trayecto y, como si de un virus zombie se
tratara, en el momento que la japonesa de mi lado ha empezado a vomitar, un
montón de gente ha empezado a pedir bolsas y a soltar la papilla. De hecho,
mientras escribo esto ahora mismo, la compañera de al lado ha vuelto a vomitar
y Clara ha tenido que salir a que le diera el aire porque también se ha
mareado. Y solo vamos por la mitad del trayecto…
Bueno, reemprendo la ¿última? Entrada del blog ya desde
Menorca porque el viaje de regreso ha sido largo, duro y solamente pensábamos
en llegar a casa. Disculpad si hemos tardado.
La travesía en barco acabó con final feliz, sin que ninguno
de los dos vomitara, mientras los demás iban cayendo. Al llegar, un bus nos
esperaba para trasladarnos al aeropuerto de Koh Samui hasta Bangkok, donde
pasamos las últimas siete horas de compras y limando el noble arte del regateo.
Mientras nos seguían timando, claro.
La ruta por las islas nos oxidó bastante la capacidad de
negociar ya que no fuimos capaz de cerrar a nuestro favor ningún trato. De
hecho, los vendedores de Bangkok se mostraban más inflexibles que nunca. Puede
que el hecho de ir por la tarde, a primera hora, también influyera porque pasan
miles de personas al día por lo que es a última hora cuando suele ser más
factible regatear unos baths.
Salir perdiendo nos fue quemando lentamente y lo único que
conseguimos fue mosquearnos y querernos marchar antes, aunque los últimos pad
thai hicieron más llevadera la decepción. Aunque parezca mentira, los
tallarines que se cocinan en las paraditas de la calle son los más buenos, y
los más baratos.
Y bueno, de lo demás, seis horas de avión desde Bangkok a
Dubai, tres horas de escala, y otras siete horas y media en el de Dubai a
Barcelona. Las pastillitas mágicas –y medicadas, claro- y las películas que te
puedes poner en la pantalla personal que tiene cada asiento lo hicieron más
llevadero.
Que Menorca sea tercer mundista en lo de las conexiones aéreas
me vino perfecto para poner el que personalmente fue un broche ideal para el
viaje. Llegamos el sábado a las 12
a Barcelona y, aunque parezca mentira, no había vuelos
hacia la Isla
hasta el día siguiente.
Lo aprovechamos para pegarnos un festival culinario con unos
calçots, croquetas de calçots y un buen steak tartar, además de unas compras.
Por la noche quedé con algunos de mis amigos de la universidad para cenar y
tomar una copa pero tenía tanto sueño que no aguanté demasiado, aunque me lo
pasé en grande. La verdad es que es como una familia para mi y un poco de ‘risoterapia’,
‘tapeoterapia’ y ‘birroterapia’ vino de coña para cerrar el viaje.
Aunque bueno, puede que el viaje no haya terminado para Clara
ya que en el hotel le entraron nauseas y retortijones que nos complicaron,
especialmente a ella, el poder dormir un rato antes de poder volver a Menorca.
De momento no se encuentra demasiado bien por lo que ahora veremos qué le pasa.
En la zona de la frontera entre Camboya y Tailandia el riesgo de contraer
Malaria es bastante alto pero bueno, tampoco hay que ser alarmista.
Y bueno, llegados a este punto, he decidido que habrá otra
entrada, una tipo resumen ideal para aquellos que les haya entrado el gusanillo
de viajar a Tailandia, aunque la haré en los próximos días cuando me haya
asentado y recolocado las ideas. Ahora mismo me cuesta un montón seguir
escribiendo porque el sueño me consume. Sin más, y con un penúltimo ‘Hasta
luego’…
Besetes! J